¿Te cuesta sentarte a trabajar? ¿Intentas escribir pero sales corriendo o siempre tienes otras cosas más urgentes que te apartan de tu proyecto? ¡Enhorabuena! Eso es que lo estás haciendo bien. Descubre cómo pasar a la siguiente etapa en la que consigues trabajar.
Tu enemigo al descubierto
Hace poco terminé de leer el libro de Steven Pressfield titulado The War of Art. Desde el principio me maravilló la inteligencia del título. Por su simplicidad y su certeza. Pressfield toma el clásico de Tsun Tzu El Arte de la Guerra y cambia el orden de las palabras para condensar el contenido de su libro, que habla de la lucha interna del artista para llegar a serlo.
Según Pressfield, el primer paso para vencer la guerra es conocer al enemigo. Él lo tiene muy claro. El enemigo del artista es la resistencia. Dedica gran cantidad de páginas a intentar definir a este poderoso adversario. Primero identifica las situaciones en las que aparece y concluye que son todos los intentos de hacer algo bueno para sí mismo, pero que requiere un esfuerzo: escribir (siempre lo primero), empezar una dieta, estudiar algo nuevo, etc. Después, va dando diferentes características, que luego analiza. Por ejemplo, dice que la resistencia es: invisible, interna, implacable, infalible, universal, se alimenta del miedo y un largo etcétera. Todo un tratado sobre la resistencia, escrito por alguien que la ha sufrido (y la sufre) y la analiza desde los más diversos ángulos.
Al leer este capítulo me sorprendió mucho la coincidencia con mis propias intuiciones. En varios pasajes de mi diario explico cómo una membrana invisible me aleja sin remedio de conseguir mis objetivos. Sin embargo, yo enfoco más bien el proceso para superarla como un acto de poner las cosas en su sitio. Lo que yo busco es entender el funcionamiento de mi cabeza, de mi equipo creativo y solucionar lo que no funciona. La resistencia para mí es fruto de la falta de enseñanza, de la falta de atención a estos temas en el mundo académico en el que he crecido.
El proceso paso a paso
Esta segunda semana de colegio en la que ya dispongo de mis mañanas para mí, tenía como objetivo escribir. Pero un montón de cosas urgentes y también importantes se iban cruzando en mi camino. Más bien eran como pelotas de mucho peso (tipo balones medicinales) que me alejaban de hacer lo que realmente quería hacer. Yo intentaba escribir y ¡boom!: clase que preparar. Volvía a intentarlo y ¡boom!: montón de TFMs para leer. Volvía a tener intención de sentarme con mis posts y mis artículos y otra vez ¡boom!: emails de correcciones que hacer no ya para mañana, sino para ayer.
Entonces empecé a pensar: "si quiero escribir, tendré que madrugar". Muy optimista me prometía a mí misma levantarme a las 6:30 para escribir al día siguiente. Pero si te has acostado a las 24:30 y tienes un niño de casi 4 años del que ocuparte, piensas cuando suena el despertador: "imposible, necesito dormir más para tener energía para el día que me espera". Y es cierto. Tengo razón. Luego estoy agotada y tengo una especie de algodón que me envuelve la cabeza y me impide pensar. Y no escribo, ni trabajo, ni hago nada más que pensar en dormir. Y mi resistencia lo sabe. Así, día tras día. Con la consiguiente culpa.
Una posible solución
Por fin, esta mañana, pensando en el post y planeando el día, lo he visto claro. No tengo que madrugar para escribir. Basta con hacerlo antes de todo lo demás, de todo lo urgente. Simplemente lo he puesto en la agenda. He movido todo a una hora más tarde y he dejado libre una hora para escribir este post. Y ahora que he llegado hasta aquí, veo que tenía razón. La moraleja es: puedes escribir, pero no quieres.
La solución que te propongo es: antes de empezar a trabajar coge un folio en blanco y en él haz una lista con todas las cosas urgentes que tienes que hacer. Luego dóblalo por la mitad y pon "escribir" o "tesis" o "TFM" bien grande. Y simplemente siéntate y hazlo en primer lugar. Porque, como leí en algún sitio:
Lo más difícil de escribir es sentarse a escribir. - Un escritor
Aclaraciones
Sé lo que me vas a decir. Yo también me lo digo. A veces lo urgente es realmente urgente y no queda otra que ponerse a hacerlo. Lo sé. Solo veo dos soluciones. Dedicar un minuto o dos a lo importante, si no hay más disponibles. O bien: a pesar de todo, mandar a todo el mundo a la mierda un rato y dedicarte a lo que realmente te hace feliz, una vez has conseguido superar la barrera de la resistencia.
Advertencia
La resistencia es taimada y te conoce bien. Mucho cuidado con lo que yo llamo "postergación productiva". Lo importante y lo urgente tienden a cambiar de sitio. Por ejemplo, yo ahora estoy postergando con la escritura lo que iba a hacer esta mañana y no me va a dar tiempo: preparar una clase. ¡Nadie es perfecto!
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