La elaboración de una ficha bibliográfica puede ser una trampa creada por nosotros mismos para impedirnos avanzar con lo que realmente importa. Perdemos el tiempo creando un sistema para gestionar la biliografía, que parece perfecto, pero no lo es. Lo sé porque lo he vivido. Si tu ficha te funciona, ¡enhorabuena!, no hace falta que sigas leyendo. Pero si el título de esta entrada ha captado tu atención puede ser porque lo que tienes no termina de convencerte.
Primero te contaré (muy brevemente) cómo fue mi búsqueda de la ficha catalográfica perfecta, luego te explicaré por qué fue un fracaso total y por último compartiré contigo la ficha zen que sí me funcionó. ¡Espero ayudarte a perder un poco menos de tiempo del que perdí yo!
Buscando la ficha perfecta= postergando
He de hacerte una confesión: me gusta tener las cosas en orden y bajo control. Sin embargo, cuando hacía la tesis me costaba mucho. Con cada lectura la información se multiplicaba exponencialmente y no era capaz de aprehender y organizar todo lo que leía. Por eso la gestión de la bibliografía me hizo perder un tiempo precioso, que podría haber invertido en leer.
Durante varios años tuve periodos en los que pasaba horas y horas elaborando la ficha perfecta usando Filemaker Pro, un software para crear bases de datos que me tenía fascinada por su versatilidad e infinitas posibilidades para volcar información. Mi ficha estaba llena de detalles: cada cosa tenía su campo específico, había botones, campos relacionados, espacio para la portada, e incluso un campo contenedor en el que podía poner el mapa mental escaneado. Sin embargo, siempre aparecían detalles nuevos que no tenía ni idea de dónde meter. Entonces volvía a perder el tiempo diseñando con entusiasmo nuevos modelos cada vez más complejos y elaborados, que luego tenía que copiar a mano en el cuerpo de tesis porque no tenía ni idea de cómo pasarlos a word desde filemaker (sigo sin saberlo).
Tras muchos intentos fallidos tuve que rendirme a la evidencia: mi sistema no funcionaba. Es más, era nocivo para mi trabajo, porque me hacía perder tiempo y energía que necesitaba para avanzar. Además, las fichas se habían convertido en algo tan complejo que también escapaban a mi control, cosa que me desasosegaba sobremanera. Cuando ya no pude soportarlo más me senté a pensar sobre ello, planteándome dos cuestiones: por qué no funcionaba y qué podía hacer para arreglarlo.
Por qué mi ficha bibliográfica no funcionaba
El problema era evidente: había demasiada información. Mi ficha era como un armario con tanta ropa que ya no encontraba la que quería ponerme. Necesitaba practicar el arte de dejar ir, porque como decía Lao Tzu:
cuando dejo ir lo que tengo, recibo lo que necesito.
Por eso, decidí contestar a estas preguntas con sinceridad:
1. ¿Necesito realmente tener copiada toda la bibliografía interesante de un artículo en una ficha aparte? Respuesta: NO. Basta con anotar «bibliografía muy interesante sobre tal tema, echar un vistazo».
2. ¿Hace falta tener escaneado el mapa mental o la línea mágica, o las notas de lectura? Respuesta: NO. Es más, resulta más útil tenerlas a mano en un cuaderno.
3. ¿Son necesarios campos específicos para los autores, los traductores, el país, el año, la editorial, etc.? Respuesta: NO, NO, NO. De hecho, resulta un poco engorroso. Yo pensaba que así podría luego combinarlos y citar de manera automatizada. Sin embargo, encontré una manera más simple que te cuento más abajo.
Ahora lo veo claro, pero entonces me costó mucho llegar a esta respuesta tan sencilla. Mi ficha no funcionaba porque me había equivocado en su finalidad. La ficha no estaba mal, pero no era para mí. Yo no necesitaba una gigante base de datos sobre lo que leía, porque (casi todas) las lecturas estaban a mi disposición siempre que quisiera.
Entonces, ¿para qué servía la ficha bibliográfica y qué campos debía tener?
La ficha zen que SÍ funciona
Una vez que dejé ir todos los ideales de perfección y me centré en por qué necesitaba la ficha, las cosas empezaron a ser más fáciles. Yo quería la ficha para tener anotada la referencia y dejar escrito lo que me llamara la atención. Por lo tanto, ¡sólo necesitaba dos campos!
1. Referencia completa: escrita ya con el formato de cita que estaba usando en el cuerpo de tesis.
2.Comentarios: con información básica generada por mi y no por el autor que leía. No tenía por qué ser algo largo. Simplemente los siguientes puntos:
- Resumen de las ideas principales (hecho sin copiar).
- Si tenía o no lugar en la tesis.
- En caso afirmativo: por qué y dónde.
- Si había referencias bibliográficas que requerían de nuevas búsquedas.
- Cosas que me habían llamado la atención.
Poco después he de admitir que me concedí un capricho y añadí un tercer campo:
3. Portada: porque las imágenes me ayudaban a recordar mejor lo leído. Además, no tenía que escanearlo, bastaba con buscar la portada en Google, copiarla y pegarla. Eso no llevaba mucho tiempo, ni esfuerzo y quedaba mucho más bonito.
¡Y ya está! Los resultados fueron inmediatos. Empecé a leer más y mejor, porque ya tenía un sitio donde almacenar mi información y me olvidé por completo de la ficha en sí.
Esta es la ficha bibiliográfica que he usado para llevar a término la tesis. Supongo que tú ya tendrás tu modelo. Si estás contento con él, me encantaría conocerlo. Pero si te sientes identificado conmigo cuando estaba perdida en los detalles, te invito a que pruebes esta ficha zen y me escribas para ver cómo te funciona. También puedes responder a las preguntas que yo me planteé y a partir de ahí crear tu propio modelo, ¡cuéntame cuál es el resultado!
Y si conoces a más gente a la que pueda resultarle útil, ¡compártelo!